jueves, 25 de noviembre de 2010

Tres señoras conversan

Dicen que se puede identificar en la calle al pesimista porque mira el suelo, al realista porque mira de frente y al optimista porque mira el cielo. O cuando ven el vaso medio vacío, a la mitad o medio lleno. Estos tipos de personas salen a dar su discurso (manera de pensar) en diferentes momentos del día de manera espontánea o frente a un hecho ocurrido.

Digamos que el pesimista es consciente de que la vida es dura y que la gente hace y deshace siempre pensando en su propio provecho, sin importar el daño que puedan propinarle a alguien. Para él la luz al final del túnel suena a un cuento de hadas. Cree que prácticamente nada ni nadie va a sacarlo de este estado, porque las cosas son así y hay que resignarse a vivir con eso aunque apriete. Es lo que hay.

La realidad es deforme y como todo es relativo, hay que tener los pies en tierra. Así piensa el realista. Para él, lo que hay es lo real, sus capacidades y limitaciones las tiene muy presentes. Imaginar, suponer, está bien de pronto, pero no se ajusta a lo que necesita. Los hechos valen más que las palabras, el pragmatismo es su filosofía de vida. Soñar es bonito solo cuando se duerme.

El optimista cree que un problema es una oportunidad. Puede caer en lo más profundo, pero como en la caja de Pandora, siempre encuentra esperanza al fondo. Trabaja para obtener lo mejor, dando su máximo esfuerzo. Mucha gente cree que es un ser de otro planeta o que vive en un estado continuo de éxtasis. Para él, al igual que Basadre, “el Perú es un problema, pero también una posibilidad”. La gente lo busca y lo necesita para cargarse de positivismo.

Cada una de estas doctrinas o estados habla a través de nosotros de manera frecuente a lo largo del día. Lo que siente o piensa se refleja en la manera de actuar de todos. Como nos vea el resto es el reflejo de cómo nos vemos a nosotros mismos. Escuche los discursos de las tres señoras mientras conversan (pesimista, realista y optimista) y saque sus propias conclusiones. ¿Con qué actitud quiere enfrentar el día a día? Ud. decide.

martes, 16 de noviembre de 2010

¿Me escucha?


La mayoría de personas escucha para responder, otros escuchan para entender. A lo largo del día tenemos oportunidades para entender y conocer el punto de vista de otra persona. Y es que como ya no hay tiempo para nada, lo que uno siente, sea bueno o malo, se tiene que cargar con ello sin poderlo expresar, debido a que no hay alguien que se preste a escuchar.

Un 22% de nuestra comunicación es escrita, 23% es hablada, 55% escuchada o percibida por la vista. El porcentaje de escuchar es mayor en teoría, pero ¿realmente escuchamos? Tal vez muy poco, y es que cuando alguien se propone sostener una conversación, a menudo uno de los interlocutores es ametrallado con palabras e ideas, cerrando la brecha para que la comunicación sea recíproca, volviéndola unilateral, en muchos casos sin que haya tiempo para preguntar lo que no se entiende, convirtiéndose así, en vez de una propuesta, en una agresión.

En una empresa un jefe que tiene apertura se preocupa por su personal dándose tiempo para escuchar sus sugerencias, inquietudes, demostrando no solo interés y consideración por el trabajador, sino también, generando un clima de confianza y respeto.

Ud. es importante, por lo tanto, es importante que pueda expresar lo que piensa y siente. Los psicólogos han aprendido a dominar la técnica de escuchar. En cada terapia lo primordial es que aflore lo que siente el paciente, vertiendo todo lo que siente frente al psicólogo que lo escucha.

Un proverbio chino dice que quien tiene el poder, puede crear y curar. Escuchando Ud., siendo jefe o el colaborador más humilde, puede curar la necesidad de una persona que requiere ser atendida, creando un ambiente de comprensión y tolerancia.

“Se necesita coraje para pararse y hablar. Pero mucho más para sentarse y escuchar".                                                                   
                                                                                           Winston Churchill          

martes, 9 de noviembre de 2010

Decisiones todas cuentan


El hombre es un animal político. Afirmamos ello porque vivimos en ciudades (polis) y como ciudadanos tomamos decisiones para conseguir objetivos personales y grupales. Si elegimos resolver diferentes situaciones en la vida ya sea a nivel, laboral, familiar y sentimental, requerimos tomar una decisión.
Entonces, la decisión es la que nos hace actuar frente a una determinada situación, sea esta acertada o no. Y es que una decisión no nos garantiza certezas, solo nos invita a actuar. Las certezas se dan con la experiencia, gracias a ella podemos tomar consciencia de lo que asumimos, y  prepararnos a la hora de tomar una decisión.
Muchas veces damos vueltas a las ideas antes de decidir y cuando las ideas se repiensan pierden su originalidad y valor. Por lo general se toman las decisiones primero y luego se busca información que la respalde. Por ejemplo: quiero estudiar una maestría en negocios internacionales (estoy decidiendo), necesito informarme cuál es el syllabus, el costo y si realmente me ayudará en mi crecimiento profesional. O al revés, si decido mejorar mi nivel profesional, necesito saber cómo puedo hacerlo, ya sea estudiando una maestría o capacitándome en algún tema. Como verá, todo parte de la decisión.
Como seres humanos somos complejos, tendemos a la duda y es que son tantas las cosas que debemos decidir a diario, que a veces la responsabilidad nos abruma y no somos inmunes a caer en la ‘decidofobia’, que es el miedo a tomar decisiones erradas.
Decidir marca la pauta de nuestras vidas. Una decisión puede ser el primer paso para cambiar nuestras vidas.
Nacimos como decidimos: solos.

martes, 2 de noviembre de 2010

Rachas


Entendemos por rachas a un período corto de buena o mala suerte. Cuando son buenas nos sentimos imparables, eufóricos, con ganas de más y seguir ese camino en el que los logros no dejan de caernos de todas partes. Cuando son negativas, un vendaval de malos ratos asola sin descanso y hasta llegamos a creer que nuestra sombra complota contra nosotros.

Tanto el bienestar y la desgracia hay que tomarlos con calma, porque como dice la sabiduría popular: “la debilidad no es permanente, no hay que abatirse. La fuerza no es permanente, no hay que confiarse”. Cuánto daríamos por tener una racha positiva larga, muchas veces decimos. Pues bien, las rachas no vienen o se van como cuando se juega a los dados.

Impases podemos tener a diario. Encontrarle un ángulo distinto para poder entender lo que pasa puede ayudar mucho. A veces pensamos que es más fácil romper el cemento sobre el que caminamos que una mala racha. Al contrario, es más fácil romper una mala actitud que el cemento con sus propias manos, y es que el pesimismo acorta nuestra visión en la búsqueda de soluciones.

Según Rosabeth Moss Kanter, profesora de Harvard y ex editora del Harvard Business Review, las personas trabajan con dos círculos:

• El círculo virtuoso llega a cada reto cargado de energía y alimentándose de cada logro y, por lo mismo, hace más sencillo el logro que sigue. El resultado: más confianza.

• El círculo vicioso llega a cada reto cargado de energía negativa y alimentándose de cada fracaso y, por ello, hace más sencillo el próximo fracaso. El resultado: menos confianza.

Definitivamente, a todos nos conviene desarrollar el círculo positivo. Entonces, si se le presenta una dificultad, sea honesto y plantee superarla de una manera realista. Enfréntela con valor, no se desanime y busque apoyo para poder enfrentarla.
¡Éxitos!