viernes, 29 de octubre de 2010

Virus todo terreno… la envidia

Yo deseo, tú deseas, ellos desean, aquellos también desean; algo que no tenemos. Y es que muchas veces, en vez de trabajar para obtener lo que deseamos, envidiamos. Nadie ha estado libre de este sentimiento. Es más, en este momento que redacto estas líneas envidio a un amigo que se ha ido a vacacionar al norte en búsqueda de playa, arena y sol.

La falta de autoestima nos convierte en personas envidiosas; cuando nos sentimos menos frente a otras personas, principalmente, cuando creemos que la felicidad de otra persona es la meta que debemos alcanzar para sentirnos bien. En ese momento estamos atravesando un cuadro de envidia.

La admiración es mejor que la envidia, definitivamente. Al admirar apreciamos las cualidades de una persona o, mejor dicho, cómo esa persona utilizó sus cualidades para lograr algo. Personas admirables hay en todos lados y sus vidas son libros abiertos, si queremos aprender de ellas.

Al  igual que el colesterol, que tiene una versión benigna y otra maligna, hay una envidia positiva y otra negativa. La positiva me motiva a alcanzar de pronto lo que otra persona tiene, sacando lo mejor de mí y aprendiendo durante el proceso. Mientras que la envidia negativa no me motiva a nada, más que sentarme y auto compadecerme por no tener tal o cual cosa para llegar a algo. Lo que se llega a alcanzar en este caso es un manojo de pretextos.

Pretextos hay para todas las edades y gustos; es más, muchos poseen maestrías y doctorados en este rubro, en el que la falta de voluntad y constancia no son requisitos para alcanzar el máximo nivel de pobreza personal. Lo cierto es que el que quiere puede, ya sea hacer o no hacer nada.

El virus de la envidia ha sido inoculado en todos, o sea, todos somos potencialmente envidiosos. Para combatirla, los doctores  prescriben una dosis diaria de actitud, una de constancia y otra de sencillez.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Don Pésimo


Cuando prendemos la TV, hojeamos un diario, escuchamos la radio camino al trabajo o ingresamos a internet, una avalancha de noticias negativas se nos viene encima, y es que esta información constituye un 85% de los contenidos. Es decir, es noticioso y vende más lo peor que aflora de la naturaleza humana.
Es por ello que muchas personas en pos de salvaguardar su salud mental y emocional, prefieren ser indiferentes a estas informaciones simplemente no escuchándolas o leyéndolas. Hay otras que las leen y escuchan sacando sus propias conclusiones sin que éstas las afecten. Otro grupo, las consume tomándolas como un referente frente a lo que les ocurre.
Muchas personas, aparte de los medios, nos hacen hincapié al recordarnos que vivimos en el peor de los mundos, destilando en sus discursos: frustración, negatividad, miedo, conformismo; dando por esquivo el bienestar como meta y derecho al que todos podemos aspirar.
Si los resultados no se dan todo el tiempo, no creo que todos los factores externos comploten responsablemente siempre contra nosotros. Es nuestra actitud, nuestros pensamientos los que nos hacen complotar contra nosotros mismos. La persona (que en latín quiere decir actor o máscara) se puede poner una careta a diario, que lo ayude a justificar su falta de voluntad y su pobre desempeño para conseguir los resultados que se plantea en un comienzo.
Todos tenemos a un ‘don Pésimo’ en el trabajo, en casa, en el grupo de amigos y hasta dentro de nosotros mismos. Hace un tiempo una amiga me dijo que la verdad construye y que los pensamientos crean realidades. Hagamos que nuestra mente cree pensamientos positivos. Lo que suceda o no, depende siempre de nosotros. 
“La peor desgracia que le puede suceder a un hombre es pensar mal de sí mismo”. 

jueves, 21 de octubre de 2010

Tendiendo puentes

En una de las paredes del nido donde estudia mi sobrina hay un cuadrito bastante simpático que dice: “Es mejor tender puentes que levantar muros”. Esta me parece una afirmación muy cierta. Cuántas veces levantamos muros de indiferencia, de miedo, y de egoísmo para no ver lo que hay alrededor solo porque nos parece diferente; y detrás del muro en el que estoy justifico las razones del porqué me encuentro aislado.
En una empresa pasa lo mismo. Desde el empleado de menor jerarquía hasta el jefe, se levantan muros bien fortificados para que no les afecte lo que les resulta molesto de los demás. Cada día le dedican un tiempo para reforzar ese muro con prejuicios y así se suceden los días, se aíslan pese a tener diversos canales para comunicarse, que van desde los tecnológicos, los designados (Área de Recursos Humanos) y los personales.
Las empresas invierten en realizar eventos varias veces al año para integrar al personal. Pero después de la fiesta, la camaradería desaparece y todo vuelve a su curso. La pregunta es ¿por qué?
Tanto para los jefes y empleados, los canales de comunicación son importantes, pero no son aprovechados. Los utilizan solo para dar órdenes y enviar y recibir información ¿dónde quedó la comunicación? Lo que pienso es necesario trasmitirlo, de igual manera, que sea recibido lo que trasmito. Muchas veces se cumple esto solo como una formalidad, dejando de lado lo que es realmente importante: interpretar la inquietud del que transmite.       
Tratamos de ser indiferentes, como ya indicamos, por el prejuicio. Hagamos un alto, muchas veces lo que nos disgusta de tal o cual persona, créalo o no, es un defecto propio  que está en esa persona agrandado. A veces creemos que nuestras diferencias son abismales, pero si observamos detenidamente con tolerancia, podemos encontrar más semejanzas que diferencias.
Lo que no nace no crece. Hagamos un esfuerzo por derribar nuestros muros mentales callando de a pocos al prejuicio, escuchando, respetando, compartiendo; tendiendo puentes.

jueves, 14 de octubre de 2010

El séptimo sentido


Nacemos con cinco sentidos básicos, con ellos descubrimos el mundo y nos ayudan a subsistir durante nuestra estancia en la tierra. Un sexto sentido se va ir desarrollando conforme vamos madurando, él nos va ayudar a tomar decisiones y valorar qué y cómo hacemos las cosas: el sentido común. Hay un séptimo, imprescindible y que ayuda a que nuestro estado de ánimo sea bueno para enfrentar el día a día: el sentido del humor.
Estudios revelan que los adultos por lo menos ríen 15 veces al día y eso es una buena noticia para nuestra salud. Neruda decía: “La risa es el lenguaje del alma”. Y es que además de expresar mucho y preñar de esperanza es contagiosa. La risa no está peleada con la seriedad, es más es un gran antídoto contra la presión el pesimismo y hasta nos permite ver la vida desde el punto de vista distinto.
La actitud positiva está relacionada con el sentido del humor. Si uno aprende a aceptar sus limitaciones, riéndose de sus propios errores, primero está haciendo una catarsis, y segundo está contagiando optimismo a la(s) persona(s) que tiene cerca. “Se ha comprobado que el sentido del humor no sólo mejora las relaciones entre los empleados, sino también, impulsa el trabajo de equipo, aumenta la productividad y contribuye a la creatividad”, afirma Laura Rojas-Marcos, psicóloga y conferenciante de Thinking Heads.
El sentido del humor es necesario y muy apreciado, sin embargo, existe una línea muy delgada entre éste y la falta de respeto. Cuando la gracia se convierte en burla es pernicioso, generando malestar en quien lo recibe. Quien recurre a la burla trata de sentirse mejor, recuperando su autoestima a costa de rebajar a otra persona.
Enfrentemos el día a día con una actitud positiva, regalémonos risa y buena onda. Esto nos abrirá muchas puertas. Una sonrisa fresca y sincera es nuestra mejor carta de presentación en un mundo intolerante, en el que muchas veces no hay una segunda oportunidad para una primera impresión.
(Imagen: David Rosales)

miércoles, 13 de octubre de 2010

Coexistiendo con el stress

Es un estado, una consecuencia, un inquilino bastante democrático y generoso (ya que se da a todo ser vivo por igual). Bautizado como el mal del siglo y estudiado desde 1926, sigue mostrándose incansable e implacable, nutriéndose cual parásito. Evocarlo a diario, es harto común: stress.
Con la mejor intensión de no estresarlo, y solidarizarme con Ud.  a lo largo de estas líneas, a la que la Organización Internacional del Trabajo (OIT), considera como “una enfermedad peligrosa para las economías industrializadas y en vías de desarrollo, que perjudica la producción al afectar la salud física y mental de los trabajadores”, le dejamos algunas sugerencias para afrontarlo día a día.
• Delibere por dónde va a empezar, están  las tareas importantes, las urgentes y las inmediatas. Comience por las que califiquen en esta última categoría, organice su calendario y las metas que debe obtener, pero no intente abordar muchas cosas a la vez. No se sobrexija y si puede, delegue o pida ayuda en los temas que puedan ser trabajados por un tercero.
• Por otro lado, es importante que aprenda a manejar su horario y dividir el día. Tómese unos minutos de descanso para respirar y mover brazos y piernas. Si trabaja la mayor parte del tiempo sentado, deje algunos intervalos para ir por un café, un vaso con agua o algún snack que te le ayudarán a mejorar la concentración y el rendimiento.
• Siempre es bueno distraerse,  intente realizar actividades fuera del horario de oficina, haga deporte, júntese con amigos o busque alternativas que lo saquen de la rutina y del exceso de trabajo.
Estas medidas pueden ayudar a prevenir el estrés. Resulta de vital importancia manejar y controlar a tiempo los primeros síntomas de esta patología, como la irritabilidad, ansiedad, insomnio, dolores de cabeza, entre otros, a fin de evitar severos daños tanto físicos como psicológicos.

jueves, 7 de octubre de 2010

Bajo el viernes…

El archienemigo al que casi nadie quiere ver, pero se tiene que enfrentar cada comienzo de semana es el lunes. Los lunes son lunes para todos, con Sol, neblina, lluvia, tráfico, preocupaciones, promesas de cambio(dietas, trabajar más duro, dejar el cigarrillo, hacer deporte, etc.).
Salimos al ruedo y los problemas y otros asuntos por resolver nos dan la bienvenida a lo largo del día. Las responsabilidades en el trabajo hacen cola y demandan atención preferencial. Una sonrisa, se acuerda, tiene el poder de suavizar las tensiones.
Y son 8, 9, 10 horas las que nos atacan sin tregua, y así se sucederán los días, con los que iremos agarrando ritmo. Con optimismo se podrá ver la cercanía del viernes, el día más codiciado de la semana para la población económicamente activa que labora hasta ese día.
Cerca al viernes hacemos planes para relajarnos, almuerzos, cenas especiales, reuniones con los amigos, la familia, paseos, deportes, etc., con vista al fin de semana que espera amigablemente todos nuestros deseos, por ambiciosos o modestos que sean. La falda, la corbata y la neurosis dejarán de apretar responsablemente. Es viernes y todo puede pasar.
Pero, ¿por qué esperar hasta el viernes? El estrés no se baja en ese paradero exclusivamente. Puede bajarse, si lo invito, un lunes, martes, miércoles o jueves. Rompamos la semana y la rutina que arruina. Desajustémonos la corbata, cambiemos los tacos por un calzado más cómodo.
Sal a caminar por lugares bonitos, conversa con los amigos, haz deporte, escucha la música que te gusta, despierta a tus hobbies que no están de vacaciones, sino que están ahí para disfrutar contigo. No pongas de excusa el dinero, que puedes pasarla bien sin gastar una moneda. No pongas de pretexto al tiempo, que hay tiempo para todo. No pongas de pretexto los problemas, si lo que quieres es realmente sentirte bien.
Bajo el lunes…

miércoles, 6 de octubre de 2010

Mi tiempo.yo


El tiempo es un recurso no renovable. “Es una cuenta que nos abren al momento de nacer y que cada 60 segundos le hacemos un retiro de un minuto, sin derecho a depósito. Además no sabemos cuánto trae la cuenta”, manifiesta Diana Fontanez, asesora de marketing.
Cuando más dinero generamos, más gastos se vienen a la vista, más cuentas que pagar, más productos o servicios que no necesitamos. Al final la tan esperada prosperidad llega pero con cláusulas de letras chiquitas que terminan estafándonos, quitándonos nuestro bien más preciado: nuestro tiempo.
Nuestro tiempo es importante sencillamente porque es nuestro. Es el capital más importante que tenemos porque con él podemos hacer lo que realmente deseamos. Pero… ¿realmente sabemos invertir nuestro tiempo a corto, mediano y largo plazo?, ¿hacemos las operaciones necesarias para obtener el mayor provecho?, ¿con cuánta efectividad y eficiencia? La respuesta la tiene Ud. mismo.
Pues bien, siempre hay tiempo para replantearse las cosas. Si lo que quiere Ud. es aprovechar su tiempo, defina sus objetivos (qué quiere hacer, cómo lo va a realizar, en cuánto tiempo, etc.); sistematice (busque que su inversión de tiempo sea más eficiente); establezca prioridades (no todo es importante, hay cosas que son más trascendentes); emprenda (materialice sus ideas).
El tiempo vale más que el dinero, y es que se trata del capital más grande que poseemos y usamos a diario. De nosotros depende usarlo a nuestro favor o en contra.
Curioso elemento el tiempo.



martes, 5 de octubre de 2010

¿Soy exitoso?

Cada uno tiene su definición de éxito. De seguro que Ud., amigo lector, también la tiene. Yo poseo una sencilla definición y se la voy a decir más adelante.
El término “éxito” viene del latín exitus, que significa “resultado”. Posteriormente, en el siglo XVIII, esa palabra equivalía a “préstamo”.
Hoy ser exitoso depende del  valor que uno mismo le atribuye a esa palabra. Es ir tras lo que uno desea alcanzar, pudiendo obtener un resultado favorable. Se puede tener éxito generando daño también. Mao Tse-tung así lo decía, por ejemplo. Por ello digo que se trata de algo relativo, pues es, más que nada, una experiencia personal.
Los estándares de éxito hacen que muchas personas se presionen demasiado, concibiendo sus vidas vacías y sin sentido si no logran alcanzar dichas metas. La frustración es la consecuencia de una concepción exagerada que ha sido manipulada desde la cultura del consumo y su seductor lenguaje subliminal que nos hace desear cada vez más. 
Es por ello que al éxito se le asocia con lo material, con el lujo y el confort; en lo laboral, con la posición jerárquica; y en lo académico, con los títulos y grados obtenidos. En suma, lo que vendría a ser el status, que no asegura la felicidad.
La única persona calificada y autorizada para calificar el éxito es uno mismo. Es posible que guardar un equilibrio en el plano personal y social nos acerque a disfrutar y entender realmente lo que hacemos. Ahora, ¿qué es para mí una persona exitosa? Es quien disfruta lo que hace y lo hace bien.

lunes, 4 de octubre de 2010

Mea culpa

Equivocarse es normal, necesario y positivo. Gracias a las errores evolucionamos. Entonces, si equivocarnos es tan bueno, ¿por qué nos cuesta tanto aceptarlo?
Muchas veces se cree que aceptar un desliz es sinónimo de debilidad, que humilla. Pues bien, se debe tener en cuenta que nadie es infalible. Yo, que estoy escribiendo este artículo, puedo cometer una equivocación involuntaria. Así, que le ofrezco mis disculpas de antemano.
Un error es un desacierto, una equivocación de una acción determinada. Según el Dr. Renny Yagosesky director del Centro Integral de la Transformación y de la Organización Psicotec, los factores más frecuentes que producen un desacierto son:
La falta de información.
La actitud mental negativa.
La ineptitud de la ejecución.
Y como nunca se tiene toda la información, como no siempre nos sentimos bien, es improbable hacer todo a la perfección. Es normal que nos hayamos equivocado tantas veces, que ya hemos perdido la cuenta.
La mayoría de errores felizmente tienen remedio, y es que podemos corregirlos aprendiendo de ellos. Las equivocaciones muchas veces agilizan el proceso de aprendizaje. Nadie nació sabiendo y moriremos desconociendo un millón de cosas.
Reconocer nuestras faltas habla bien de nosotros, mientras que negarlas es aparentar que nada ocurrió. La negación demuestra un bajo nivel de autoestima. Evadir la equivocación es huir de ella para no afrontar las consecuencias, por lo tanto, no vamos a ser personas confiables, pues constantemente nos estaremos escudando en pretextos y justificaciones para no sentirnos vulnerables.
Un error no le gusta cometerlo a nadie, pero aceptarlo es bueno para quien lo comete y para el agraviado. Esto debe ser seguido de una disculpa.
Hay tres pasos para disculparse cuando se comete una equivocación: disculparse (valga la redundancia), asumir el error y preguntar cómo remediarlo. Si no cometemos deslices, no aprendemos; y si no aceptamos nuestros errores, no crecemos.
“Me gustan mis errores. No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme”. Charles Chaplin.